martes, junio 17, 2008

Ha llegado el momento.

Sí, lo sé, está aquí. Este es el punto en el que descubro que sigo con tantos lios de cabeza como de costumbre, que nada ha cambiado en mi interior. Sí, sigo con inseguridades.

Conoces a una persona y crees que ya se ha acabado la duda eterna de si debes conformarte. La olvidas porque, aparentemente, es todo aquello que crees querer encontrar en otra persona.

Pronto todo esto empieza a dar un vuelco. El egocéntrico ya no lo es tanto y recupera el estado centrífugo en el que la inseguridad aborda casi todos los aspectos concernientes a uno mismo. ¿Y si ahora es contigo con lo que se tienen que conformar?

La devaluación es evidente. Te has convertido en un pequeño y triste dolar, antiguo símbolo del poder ahora bajo el dominio y contoneo del joven competidor europeo. Eres una Madonna que ha asumido su edad.

Tengo la extraña sensación de ser solo un personaje de paso, de esos que por azares del destino al público le han caido en gracia y le han prolongado el contrato para tres semanas más. Pobre de ti como en algún momento bajen las audiencias en tú presencia.

Asúmelo... no es para ti. Tú aspiras a otras cosas. Eres un ciudadano de tercera en las bodegas del Titanic.

En fins... Fue bonito creer que la pirita podía pasar por oro

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